Si no es interseccinal... no es feminismo ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌
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Hablemos sobre esto: el feminismo hegemónico y su relación con las mujeres racializadas. Es una conversación que conviene tener regularmente, ya que es fundamental para construir un movimiento feminista verdaderamente inclusivo y liberador para todas.

El feminismo hegemónico tiene una deuda pendiente con nosotras, las mujeres racializadas. Mientras continúa centrándose en las experiencias de mujeres blancas privilegiadas, nuestras reivindicaciones quedan invisibilizadas bajo capas múltiples de discriminación que ni siquiera se nombran en muchos espacios feministas.

 

Instrumentalización y tokenismo: una realidad demasiado cotidiana

¿Te has dado cuenta de cómo en muchos eventos feministas suele haber una única mujer racializada? Es «la nota de color». La cuota que permite decir que la actividad no es solo blanca. En este sentido, la instrumentalización de las mujeres negras es constante. El feminismo hegemónico nos suele utilizar como su token, su negra en la mesa. Así se aseguran de que nadie les dirá que no tuvieron en cuenta a las Feministas Negras.

Pero la cuestión no termina ahí. El papel que se nos concede en esos espacios suele estar limitado a compartir anécdotas de discriminación. «Explícanos cuándo fue la última vez que te pasó [inserte una situación racista aleatoria]». Estamos invitadas para exponer nuestro sufrimiento, para hurgar en nuestras heridas, para revivir traumas que no sanan. Rara vez se nos invita como expertas en teoría feminista o como estrategas del movimiento.

Es muy habitual que las mujeres negras nos sintamos excluidas en espacios feministas. A pesar de las reticencias, a veces aceptamos participar en eventos en los que se habla sobre la violencia contra las mujeres; pero la violencia racista se deja fuera. No se menciona cómo el racismo interseca con el sexismo creando experiencias únicas para las mujeres racializadas. Y cuando tomamos la palabra para señalarlo, la incomodidad se palpa en el ambiente. Te encuentras con miradas que parecen decir: «¿Por qué siempre tienen que hablar de raza?». Como si nuestras experiencias fueran un añadido opcional y no una parte fundamental de nuestra realidad como mujeres.

 

El rechazo a la crítica

Lo más frustrante de estas situaciones es el rechazo a la crítica. Cuando señalamos estas contradicciones desde nuestra experiencia como feministas antirracistas, la respuesta no suele ser la autocrítica, sino la acusación: «estáis dividiendo el movimiento». Como si la unidad del movimiento feminista dependiera de nuestro silencio, de que aceptemos un feminismo que no nos representa plenamente.

Esta dinámica refleja una contradicción profunda: se defiende la necesidad de cuestionar estructuras de poder, pero cuando ese cuestionamiento se dirige al interior del propio movimiento, surge la resistencia. Este patrón no es casual. Revela cómo el privilegio opera incluso en espacios supuestamente comprometidos con la igualdad.

 

La falacia de la damisela en apuros vs. la mujer racializada «violenta»

Ya te he hablado de esto, pero nunca está de más seguir ahondando. Es común que cuando las mujeres racializadas criticamos al feminismo hegemónico se nos acuse de ser hostiles o violentas. Esto reproduce una dinámica muy problemática: las mujeres blancas se sitúan como damiselas en apuros en un relato de víctimas perfectas del patriarcado que deben ser defendidas, mientras que las mujeres racializadas que señalamos las limitaciones del feminismo hegemónico somos vistas como agresivas o conflictivas.

Esta narrativa es profundamente racista. Nos coloca en un rol de mujeres violentas simplemente porque nos atrevemos a cuestionar la hegemonía y a pedir un espacio en la conversación. No somos violentas al decir que nuestras experiencias son diferentes. Lo que hacemos es pedir que se reconozcan todas las formas de opresión, no solo las que afectan a las mujeres blancas.

Un artículo de 2022 de la Harvard Business Review sobre «El estereotipo de la mujer negra enojada en el trabajo» revela que cuando las mujeres negras expresan enojo, las personas tienden a atribuirlo a características internas o de personalidad, en lugar de a situaciones externas. Este sesgo persiste independientemente de la raza o el género de quienes observan, y resulta en evaluaciones de desempeño más bajas y menor reconocimiento de las capacidades de liderazgo para las mujeres negras.

Investigaciones en el campo de la salud mental han revelado que las mujeres latinas y negras tenemos menos probabilidades de recibir diagnósticos y tratamientos adecuados para la depresión y la ansiedad, en parte debido a estereotipos sobre nuestra fortaleza o agresividad.

Estos sesgos no solo afectan negativamente nuestras oportunidades laborales, sino también nuestra capacidad para ser escuchadas en espacios feministas y de toma de decisiones. El impacto es doble: nos excluye de los beneficios del feminismo mientras simultáneamente nos responsabiliza por señalar esta exclusión.

 

¿Quién define qué es el feminismo?

En su libro «Contra el feminismo blanco», Rafia Zakaria combina sus experiencias personales y una ardua investigación, con ejemplos históricos muy contundentes, para defender una idea innegable: quien ostenta el poder y el privilegio, también está a cargo de la creación del discurso feminista. ¿Y quiénes son estas personas? Mujeres blancas de clase media-alta... Con lo cual, el movimiento resultante no contempla la interseccionalidad: es racista y privilegiado. Y lo que es peor, como el imperio impone la cultura, se establece esto como baremo universal del feminismo creando una jerarquía: primero las blancas occidentales, y luego, si lo que nos cuentas nos es relevante, tú, mujer racializada oprimida.

Al principio del feminismo, la experiencia de las mujeres se basaba en su sexo y género. Sin embargo, cuando la raza se combinó con esta experiencia, el feminismo no era suficientemente amplio para tomar en cuenta las reivindicaciones de mujeres racializadas. Por lo tanto, borró la experiencia de las mujeres racializadas y posicionó a las mujeres blancas como víctimas de la hegemonía, al tiempo que seguía sin responsabilizar a las mujeres blancas por la producción y reproducción de privilegios y supremacía.

Audre Lorde decía que cuando las mujeres racializadas son borradas del feminismo, el racismo inherente se vuelve invisible. Este borrado no es accidental. Es una manifestación de la violencia discursiva que enmascara otras formas de violencia ignorando a quien produce esta violencia.

Esta cuestión de quién define el feminismo no es meramente académica; tiene consecuencias reales en el tipo de políticas que se promueven, las prioridades que se establecen y los discursos que son amplificados. Para avanzar hacia un feminismo verdaderamente inclusivo, es crucial reconocer estos desequilibrios de poder históricos.

 

La interseccionalidad: una necesidad, no un lujo

Si tu feminismo no reconoce las opresiones específicas que atraviesan nuestros cuerpos —los cuerpos racializados—, no es un feminismo para todas. La interseccionalidad no es un adorno teórico. Es la única forma de construir un movimiento que realmente libere a TODAS las mujeres.

Resulta profundamente irónico que la interseccionalidad fuese creada por una mujer negra, Kimberlé Williams Crenshaw, precisamente para señalar y analizar cómo la conjunción del racismo y del sexismo generaban una situación compleja de discriminación para las mujeres negras, y que a día de hoy, se hable de interseccionalidad y se pretenda invisibilizar el racismo.

Como señalan muchas activistas, «la interseccionalidad es negra». Para una mujer negra, entender lo que es interseccionalidad es natural: cotidianamente lidiamos con, al menos, dos opresiones significativas: la opresión de género y la opresión racial. No podemos separar estas experiencias, ni pretender que el feminismo puede abordar solo una dimensión de la opresión mientras ignora las demás.

Aunque el patriarcado afecta a todas las mujeres, no es el único sistema opresivo que enfrentamos. Por ejemplo:

Según un estudio de 2021 del Instituto de la Mujer en España, las mujeres migrantes ganan un 35% menos que las mujeres nacionales en trabajos similares. Y esto solo habla de las migrantes. Habría que añadir la situación de mujeres españolas racializadas, pero es un dato que no se puede recoger, ya que la Constitución Española no permite hacer censos raciales.

En Estados Unidos, un informe de 2020 del Institute for Women's Policy Research reveló que las mujeres negras ganan solo 63 centavos por cada dólar que gana un hombre blanco, comparado con los 79 centavos que ganan las mujeres blancas.

Un estudio de 2019 en el Reino Unido encontró que las mujeres musulmanas tienen tres veces más probabilidades de estar desempleadas que las mujeres blancas con las mismas calificaciones.

Estos datos ilustran cómo el racismo y la xenofobia interactúan con el sexismo, creando barreras adicionales para las mujeres racializadas, y en pocas —o ninguna— ocasiones se oye a las grandes referentes del feminismo español abordar este tipo de problemáticas.

La aplicación de un enfoque interseccional no divide el movimiento feminista; al contrario, lo fortalece al permitir un análisis más completo y matizado de las diferentes formas de opresión que experimentamos las mujeres.

 

La invisibilización de experiencias diversas

El feminismo centrado en la blanquitud a menudo pasa por alto realidades como:

✅ La hipersexualización de las mujeres negras y latinas en los medios, que perpetúa estereotipos dañinos y aumenta nuestra vulnerabilidad a la violencia sexual.

✅ Las barreras lingüísticas y culturales que enfrentan las mujeres migrantes al acceder a servicios de salud, lo que puede llevar a diagnósticos tardíos y tratamientos inadecuados.

✅ La discriminación laboral hacia mujeres que usan hijab en países occidentales, que limita sus oportunidades de empleo y desarrollo profesional.

✅ La violencia obstétrica que sufrimos desproporcionadamente las mujeres racializadas, como lo demuestran estudios en varios países.

Y, además, cuando los medios insisten en destacar la nacionalidad de los agresores en casos de violencia machista, en lugar de profundizar en las causas reales de esta violencia, están contribuyendo a crear un clima de miedo y desconfianza hacia las personas migrantes. Y eso, además de injusto, nos distrae de encontrar soluciones reales para acabar con la violencia machista.

Estas realidades no son añadidos opcionales a la lucha feminista, sino elementos centrales que deben ser abordados con la misma urgencia y seriedad que otras manifestaciones del sexismo. Reconocer esta diversidad de experiencias enriquece el movimiento y permite desarrollar estrategias más efectivas para combatir todas las formas de opresión.

 

Hacia un feminismo inclusivo de verdad

Para que no creas que lo único que hago es señalar problemáticas, también propongo soluciones que nos ayudarían a avanzar hacia un feminismo que nos represente a todas.

💡Formación en antirracismo: Tu educación antirracista no puede esperar más. Porque mientras sigues intentando encontrar el momento perfecto para formarte —que curiosamente no llega nunca, mientras encadenas un posgrado con otro máster, impartidos por personas blancas—, sigues participando en espacios que replican la violencia racista, y muchas veces no eres ni siquiera consciente. El trabajo de pensadoras negras y de otros orígenes étnicos ofrece visiones fundamentales sobre la intersección de raza, género y clase que deberían ser parte integral de la formación feminista.

Escucha activa: Participa en la creación de espacios valientes donde mujeres con diversas experiencias podamos compartir nuestras vivencias sin ser silenciadas o cuestionadas. Esto implica reconocer que la incomodidad que puedas sentir al escuchar experiencias diferentes a las tuyas es parte del proceso de aprendizaje y crecimiento.

Revisión de privilegios: Reconoce que la blanquitud confiere ventajas sistémicas y trabaja activamente para desmantelar estas estructuras de poder. Esto incluye cuestionar tus propios sesgos, si eres una mujer blanca, y cómo puedes estar perpetuando inadvertidamente dinámicas opresivas. Y si eres una mujer racializada, no creas que tienes todo el trabajo hecho: revisa también tus privilegios y tus sesgos.

Apoyo mutuo: Lo de ser «la voz de los sin voz» ya no se lleva. Amplifica los discursos y saberes de mujeres racializadas en lugar de hablar por nosotras. Esto puede incluir compartir nuestros trabajos, invitarnos —y pagarnos— como ponentes a eventos, apoyar nuestras iniciativas económicamente, y asegurarte de que estemos representadas en posiciones de liderazgo dentro de organizaciones feministas. Y hasta incluso, si eres ponente, puede significar negarte abiertamente a participar en espacios donde no haya mujeres racializadas, o las haya y estén tokenizadas.

Interseccionalidad en la práctica: Asegúrate de que las políticas y prácticas feministas dentro de las organizaciones en las que participas tengan en cuenta las necesidades específicas de diferentes grupos de mujeres. Por ejemplo, al abordar la violencia de género hay que considerar cómo las mujeres migrantes, racializadas, con capacidades diversas o trans enfrentamos barreras adicionales para acceder a servicios de apoyo.

Cada una de estas propuestas representa un paso concreto y realizable hacia un feminismo más inclusivo. Como ves, no son grandes gestos abstractos. Son acciones cotidianas que, en su conjunto, pueden transformar la dinámica del movimiento feminista.

 

El feminismo: movimiento en constante evolución

Es muy importante entender que el feminismo no es un monolito estático. Es un movimiento vivo que debe adaptarse y crecer. Criticar aspectos del feminismo hegemónico no es un acto de traición o machismo: es parte necesaria de su evolución.

Al señalar limitaciones y ángulos muertos del movimiento, contribuimos a su fortalecimiento y expansión. La historia del feminismo está llena de momentos de tensión y crecimiento: desde las sufragistas que inicialmente excluían a las mujeres negras hasta los debates sobre la inclusión de las mujeres trans, el movimiento necesita enfrentar sus propias contradicciones y prejuicios. Cada uno de estos momentos de crítica y autorreflexión ha llevado a un feminismo más inclusivo y poderoso... o al menos así debería ser.

Esta capacidad de evolución y autocrítica es precisamente lo que hace valioso al feminismo. Como movimiento comprometido con la justicia social, debe estar dispuesto a aplicar sus propios análisis críticos hacia dentro, reconociendo y abordando las formas en que puede reproducir jerarquías de poder y exclusión.

 

Y aquí viene mi propuesta

Si quieres profundizar en estos temas y aprender cómo podemos construir juntas un feminismo verdaderamente interseccional, te invito a mi próximo taller online sobre «Feminismo hegemónico e interseccionalidad», que se llevará a cabo los días 19 y 26 de marzo.

Este espacio está diseñado tanto para mujeres racializadas que quieren profundizar en su comprensión teórica y encontrar estrategias de autocuidado, como para mujeres blancas que desean ser mejores cómplices y contribuir a un movimiento feminista más inclusivo.

Las plazas son limitadas y el plazo para inscribirse termina el día 17 de marzo, así que no esperes demasiado para asegurar tu lugar. Apúntate desde aquí.

 

Reflexión final: preguntas para profundizar

Ya estamos terminando así que, como siempre, te invito a que abras tu cuaderno y respondas a estas preguntas con honestidad radical:

¿Habías considerado antes cómo la invisibilización de las experiencias de las mujeres racializadas afecta al movimiento feminista en su conjunto?

¿De qué manera los espacios feministas en los que participas incluyen (o excluyen) las experiencias y saberes de feministas racializadas?

¿Cómo crees que tu identidad (racial, de clase, de orientación sexual, etc.) influye en tu forma de entender y vivir el feminismo?

¿Qué autoras feministas racializadas has leído? Si no conoces muchas, ¿qué te dice eso sobre el canon feminista que has aprendido?

¿Has notado alguna vez cómo los debates sobre feminismo en los medios suelen estar dominados por mujeres blancas de clase media-alta?

¿Estás dispuesta a comprometerte con el trabajo continuo que implica descolonizar el feminismo, incluso cuando eso signifique enfrentar incomodidades y cuestionar privilegios? Si no lo estás, reflexiona sobre qué te puede estar frenando.

 

 Puntos clave a recordar

El feminismo hegemónico tiende a centrarse en experiencias de mujeres blancas privilegiadas, invisibilizando las realidades específicas de mujeres racializadas.

La interseccionalidad, concepto creado por Kimberlé Crenshaw, es esencial para comprender cómo distintas formas de opresión interactúan y afectan a diferentes grupos de mujeres.

Las mujeres racializadas enfrentamos estereotipos dañinos como el de la «mujer negra enojada», que limitan nuestra capacidad para expresar críticas legítimas.

La transformación del feminismo requiere acciones concretas: formación antirracista, escucha activa, revisión de privilegios, apoyo mutuo y aplicación práctica de la interseccionalidad.

Criticar aspectos problemáticos del feminismo hegemónico no divide el movimiento; lo fortalece al hacerlo más inclusivo y representativo.

No esperes más para ser parte de un feminismo verdaderamente inclusivo y liberador para todas. Apúntate ya al taller online sobre feminismo hegemónico e interseccionalidad y permíteme acompañarte en tu viaje hacia un activismo feminista más consciente e interseccional.

 

 

Cómo trabajar conmigo

Estas son las propuestas formativas que están disponibles ahora:

Taller online sobre Feminismo e Interseccionalidad.

Llamadas gratuitas de 30 minutos.

Membresía Laboratorio de Deconstrucción.

Suscripción a Instagram.

 

Por hoy ya estamos. La semana que viene te cuento más.

Te mando, como siempre, un abracito suave.

D. ✨💫

 

 

Responsable del tratamiento: Desirée Bela con domicilio profesional en Vilanova i la Geltrú.

 

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